sábado, 11 de junio de 2016
LOS PAÌSES MÀS FELICES DEL MUNDO.
Mi amigo, mi perro.
EL SUDESTE DE ASIA
Fue mi primer viaje a Asia. Tierras lejanas, desconocidas. Me llevó un largo tiempo armar el itinerario pero finalmente lo logré.
Y llegué luego de 42 horas de vuelo a la ciudad de Bangkok, capital de Tailandia. Allí me esperaba mi amigo Nasim de Cambridge con quien recorrería gran parte del camino.
Con mucho calor recorrí las calles, los templos sin dejar de sorprenderme por la cantidad de gente y de motos!!!!!!!!!!
Visité el mercado flotante donde el color y los sabores y los sonidos se mezclan en armonía. Toda la vida fluye en los canales donde se comercia, se come, se cocina y se intercambian diálogos.
Mango con arroz glutinoso, helado de coco, fruta dragón, el asombroso durian, café helado con leche condensada, pescado frito y una variedad interminable de sabores nuevos para mí.
El Gran Palacio es algo más que fabuloso con el color dorado que brilla con los rayos del sol.
Los monjes budistas sonríen cada vez que los cruzás por la calle.
Y las bocinas de las motos aturden hasta que te acostumbrás.
Nada más entretenido que los mercados callejeros que son lugares excelentes para sacar fotos y meterte en la vida de los locales. Podés comer, comprar ropa, o simplemente sentarte a observar y seguir sorprendiéndote con tanta cosa nueva sólo para tus ojos.
Regatear es una obligación y, si no estás acostumbrado, es todo un desafío.
Tres días en Bangkok es más que suficiente así que tomé un tren hacia el norte a la ciudad de Chiang Mai.
Allí me esperaba un recorrido de un día para visitar algunas tribus que viven en las montañas. Las mujeres de cuellos largos con sus aros dorados en su cuello nos recibieron como todos en aquellas tierras lejanas: con una sonrisa. Se trata de un grupo pequeño de 35 personas que viven en una comunidad donde los roles están bien diferenciados. Las mujeres tejen en telares o fabrican todo tipo de artesanías que luego venden. Los hombres trabajan la tierra o cuidan a los niños. La coordinadora del tour nos explica que los aros dorados alrededor del cuello son parte de su ornamentación y que no ocasionan ningún dolor ni peligro para sus vidas. El camino por recorrer nos llevaría a las tierras de la tribu de los Akha donde se los puede ver trabajando la tierra como excelentes agricultores que aprovechan cada centímetro disponible para sus cultivos. El paisaje es cada vez más lindo: montañas verdes muy altas. La tribu de los Hmong también formaba parte del recorrido. Luego los veríamos en el norte de Vietnam. Nunca faltaron los niños que nos recibían con gritos de alegría, dispuestos a una foto con nosotros.
Terminamos la jornada visitando la cueva Chiangdao que realmente es sorprendente. Se trata de una cavidad en la montaña por la que se puede caminar un tramo que lleva una hora aproximadamente.
Una de las noches en Chiang Mai nos reunimos con Jim Richardson de Australia, el Tano Emiliano de Argentina que vive en Italia y Ruth, su amiga de España. El lugar era un pub con muy buena música en vivo donde el rock de antes y el de hoy nos hicieron delirar. Entre canciones y cervezas tuvimos una extraña visita: un elefante casi bebé que andaba por la calle llevado por su dueño para recibir algún dinero de los turistas. El pub no tenía ni ventanas ni puertas así que el animalito entró y nadie podía creer lo que veíamos. El resultado fue la sorpresa pero también reconocer la triste realidad de un animal usado para generar dinero y más aún a la madrugada y quizás bajo el efecto de alguna sustancia, según nos dijeron. El elefante forma parte de la fauna típica de toda la región que recorrimos y pudimos saber del maltrato que reciben, es por eso que si bien estaba en mis planes dar un paseo en uno de ellos decidí cambiar de opinión.
Seguimos con un vuelo a Luang Prabang, ciudad Patrimonio de la Humanidad en el norte de Laos. Divina ciudad, tranquila, bordeada por el río Mekong. Luang Prabang es sinónimo de calma, interesante mercado callejero de artesanías, notoria influencia francesa sobre todo en las comidas, templos y monasterios. La ceremonia de alimentar a los monjes a la madrugada era una obligación y así lo hice. Allí estaba yo, sentada sobre una alfombra, junto a varias personas a lo largo de una cuadra, con un cesto de arroz caliente para ofrecerles a los monjes que pasaban en fila delante nuestro.
Al atardecer y al amanecer se escuchan sus cánticos y plegarias. Los sonidos inundan el aire y traen más calma aún.
Luego seguimos a Vientiane, capital de Laos, que realmente no tiene nada especial, al menos para mí.
Tomamos un vuelo a Siem Reap, norte de Camboya. Amor a primera vista? Sí, me encantó. Allí no sólo están las ruinas de Angkor Wat sino también un lugar donde una ONG trabaja durísimo para ayudar a unos 30 pibes que están solos en el mundo. Se trata de ODA. Es una organización que tiene al frente a un matrimonio que decidieron dar un rumbo diferente a sus vidas y están abocados a guiar la vida de los que más sufren el desamparo. Sheryl Howe es una artista plástica que también los está ayudando tratando de encontrar nuevas formas de generar recursos. Los pibes pintan postales en acuarelas además de cuadros que luego venden a los turistas. Allí pude colaborar voluntariamente dando unas pocas clases de inglés. En Argentina decimos “es una experiencia muy fuerte” que quiere decir algo así como que luego de eso ya nada es igual.
Antes que saliera el sol fuimos a Angkor Wat para seguir sorprendiéndonos con los templos religiosos más grandes del mundo. Bayon fue, dentro del mismo predio, otro lugar elegido además de Ta Prohm que todos alguna vez vimos en una famosa película, y es donde las raíces de los árboles se apoderaron de los techos y paredes de las antiguas construcciones.
Cómo resumir la visita a Angkor Wat? Imperdible, fabuloso, admirable.
Los inolvidables bailes Apsara son un regalo para el alma: delicadeza extrema en la más absoluta femineidad de unas mujeres tan bellas como pocas en el planeta.
Luego nos esperaba un barco para entrar a Viet Nam por medio de las aguas del Mekong y su famoso delta, testigo de la vida de los vietnamitas desde siempre.
La ciudad de Chau Doc fue el primer sitio que visitamos en Viet Nam. Lo más interesante: las villas flotantes y las minorías Cham alojadas en islotes del delta.
Saigón o ciudad Ho Chi Minh era el siguiente paso. Caótica, ruidosa y muy interesante. El mausoleo del Tío Ho estaba en la visita del tour que contratamos. El país le debe tributo a su líder y para eso se levantó un impresionante mausoleo donde se puede ver su cuerpo embalsamado y custodiado.
Estuve en el Museo de la Guerra donde no se habla del extremismo del Viet Cong y se enfoca la temática de la guerra desde un solo ángulo, evidenciando la agresión por parte de los Estados Unidos.
Seguimos rumbo a las divinas playas de un pequeño pueblo pesquero llamado Mui Ne. Allí, si te levantás ni bien sale el sol, ves a los pescadores en sus extrañas embarcaciones redondas, trayendo su pesca a la playa y lo más común es que te inviten a compartir lo que han traído.
Seguimos a Da Lat: pequeña ciudad rodeada de montañas, estilo europeo, donde se puede tener acceso a la vida rural y podés ver plantaciones de café, frutillas, arroz, vegetales. Todo es orgánico y manual.
Le tocaba el turno a Hanoi, capital de Vietnam. Segundo amor a primera vista. Nos alojamos en el Old Quarter o barrio antiguo. Allí la vida transcurre desde las primeras horas y siempre en la calle. Comen en las veredas, duermen en las veredas, cocinan en las veredas, venden en las veredas. Los aromas de la comida inundan el aire a cada paso. El ruido de bocinas es extremo. Y las motos como nunca ví ni imaginé. Cruzar la calle: un desafío que se supera luego de 2 o 3 días!!!! Más mercados callejeros que seducen para seguir sacando fotos. Y la gente, siempre la gente que me interesa quizás más que nada. Los ví yendo al trabajo, los ví caminando apresurados, los ví vendiendo y comprando, los ví yendo a la escuela en impecables uniformes a los más pequeños y las jóvenes en sus trajes típicos blancos con un aire romántico que enamora, los ví cocinando papel de arroz con camarones, los ví tocando rarísimos instrumentos musicales y cantando canciones que no entendí pero que no hacía falta comprender. Los ví trabajando en la construcción sin cascos y en ojotas colgados en las alturas. Ví mujeres de avanzada edad trabajando en la recolección de residuos. Ví ojos que me miraban con desconfianza y sonrisas que no afloraban hasta que yo sonreía primero. Ví cómo encienden el fuego para cocinar el arroz en la vereda. Escuché cómo los jóvenes describen su presente con la esperanza de irse a otras tierras donde puedan sentirse más libres.
Visitamos la Bahía Halong: maravilloso paseo en barco por aguas color jade y formaciones rocosas enormes que, según los locales, describen a un gigante dragón casi sumergido.
Un tren nocturno nos llevó a Sapa para visitar a las tribus del norte y todo el color en sus atuendos que queda para siempre en la memoria.
Las tribus Hmong Negro, los Dzao y los Hamong Flores te reciben en sus villas y los ves en los mercados donde venden artesanías realmente bellísimas. El trabajo textil es fabuloso, colorido y deja ver el cuidadoso trabajo de sus manos.
Como si fuera poco, las terrazas de cultivo de arroz son el marco de una escenografía natural única.
Casi siempre hay neblina que no opaca en absoluto la belleza del lugar.
Hoi An, en las tierras del centro, es como una Venecia de Asia. Una marcada influencia china se apodera de las calles. Se ven puentes sobre un río que crece sin piedad e inunda todo una vez por año llevándose vidas. Mucho arte que refleja el buen gusto en los cuadros bordados a mano o en las artesanías únicas. Hoi An es para caminarla y dejarse llevar.
Luego Hue nos recibió con lluvia y frío. Allí, la llamada ciudad imperial, impone su ciudadela con el paso de las marcas que deja el tiempo y poca restauración, lo cual opaca la imagen.
Las tierras centrales tienen unas playas extensas con construcciones en progreso como parte de fuertes inversiones extranjeras.
Desde Hanoi volamos a Tailandia para seguir hacia las islas del sur. Elegimos Phuket y algunos tours a Phi Phi y la Bahía Maya. Nos alojamos en la playa Kata que es más tranquila que las famosas Patong o Karon y así pudimos realmente disfrutar del agua transparente y tibia en un ambiente relajado.
La parte final de mi viaje se acercaba y me quedaban unos pocos días que repartí entre Singapur y Kuala Lumpur.
Insisto en que no es fácil ser una argentina visitando Singapur donde todo parece estar bajo control: parques y plazas impecables, señalizaciones perfectas, servicios inmejorables, información precisa, excelente predisposición de sus habitantes para ayudarte en lo que sea. Nos explican que el edificio de la legislatura contiene una estructura donde impera el vidrio que simboliza la transparencia en la elaboración y cumplimiento de las leyes. Subí al Singapore Flyer, que es algo asó como una “vuelta al mundo” enorme, más grande que la de Londres. Allí tenés una vista panorámica del puerto y los principales edificios. Una cancha de fútbol flotante te deja casi perplejo. En uno de los parques había una antigua cosechadora con una leyenda: “cosechas lo que siembras”. Las multas por mal desempeño en el manejo de vehículos ascienden a diez mil dólares en algunos casos. Cómo lograron un país así? La educación es exigente y estricta al extremo. Allí, sin dudas, está la respuesta.
Un bus me llevaría a Kuala Lumpur donde las Torres Petronas me vieron por primera vez. Son imponentes, brillantes, bonitas. Subí hasta el puente que las une y allí me entero que fueron diseñadas por un argentino según los principios arquitectónicos del Islam.
Visité una mezquita pero me exigieron que cubra mi cabeza y mis ropas con una túnica. Ví hombres y mujeres siguiendo los ritos que les impone su religión. Se acercaron a mí para explicarme los principios de la religión musulmana tratando de convencerme para que yo propicie un cambio. Se evidenciaba una fuerte y apasionada convicción.
Para finalizar sólo puedo decir que viajar es algo así como una adicción de la cual no quiero escapar.
Viajar no sólo me ayuda a conocer lugares y gente sino también puedo conocer mejor a mi propio país y la tierra donde vivo.
El sudeste de Asia deja una marca en mí. No puedo olvidar las sonrisas, la sorpresa en los ojos de quienes conocí al decir que venía de un país tan lejano como la Argentina de donde sólo se conoce a Diego. No puedo olvidar el sabor de la comidas preparadas en los puestos callejeros donde las especias se apoderan de los sentidos. Quiero seguir recordando cada lugar, cada camino, cada momento. Y quiero prepararme para nuevos destinos que me están esperando.
LOS AÑOS 60.
viernes, 18 de mayo de 2012
EN EL "COSTA LUMINOSA"
miércoles, 4 de enero de 2012
MEDIO ORIENTE
MEDIO ORIENTE.
El recorrido por algunos de los países que forman el denominado Medio Oriente requiere de una planificación bien organizada. Sabemos que se trata de una región que a menudo experimenta revueltas violentas que pueden afectar nuestros recorridos. Sin embargo nos seduce conocer estas tierras. Y bien vale la pena hacerlo. Por qué? Pues porque se trata de culturas diferentes, con costumbres diferentes que nos van a enriquecer siempre.
En esta oportunidad empecé por Egipto. Allí hay una serie de visitas obligadas: las pirámides, el Mercado Kan el Khalili, el Barrio Copto y el Museo. Obviamente hay mucho más para ver pero recomiendo estos lugares que realmente son imperdibles.
En el Mercado podés ver la vida diaria, los vendedores ofreciéndote sus mercancías y el regateo imprescindible a la hora de comprar cualquier cosa. Es una costumbre milenaria que se practica hoy como lo fue siempre. Como occidental cuesta acostumbrarnos pero después de algunos intentos comprendemos el mecanismo. En el Mercado se venden prendas de vestir, frutas, ornamentos, accesorios y una gran variedad de productos que tientan a cualquiera. Todo allí es color y sabor.
En el Museo no se pueden sacar fotos ni filmar, sólo en el exterior está permitido hacerlo. Más allá de la enorme cantidad de momias, creo que lo más interesante es el sector destinado a las joyas de Tutankamón. La cantidad y variedad de elementos que allí se exponen es realmente asombrosa y, si hay un profundo interés en la historia, puede resultar una visita de largas horas.
El Barrio Copto forma la parte antigua de El Cairo. Allí hay una vida diferente a la de los barrios centrales. Mezquitas, templos, viviendas muy antiguas y casi derruidas y, como en todos lados, el placer de poder intercambiar sonrisas con la gente del lugar.
Los llamados a la oración desde los minaretes de las mezquitas varias veces por día son la constante que sorprende. Los que no pueden ir a las mezquitas pueden orar simplemente extendiendo una alfombra sobre el piso en cualquier lugar, aún en una oficina o en el supermercado.
Comimos koshary y tomamos té con menta, dos infaltables en la visita. Koshary es un plato típico muy barato que consiste en pasta, arroz, lentejas, cebollas y una salsa de tomates. Una extraña mezcla pero con un sabor muy atractivo.
Luego tomamos el tren hacia Aswan para seguir sorprendiéndonos. Es necesario contratar un tour para poder ver las imponentes esculturas en Abu Simbel. Se trata de un emplazamiento arqueológico con 2 templos excavados en roca en la ribera occidental del Lago Nasser. Se trata de un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad. Es conveniente detenerse y mirar un video donde se explican datos de interés para comprender el proceso del emplazamiento de una obra impactante.
Cruzando el Río Nilo en unas pequeñas barcazas se puede llegar a la otra orilla y visitar algunos de los asentamientos de las tribus nubias. El Pueblo Nubio es uno de los más antiguos de la humanidad. Allí es como si la vida de hubiera detenido. Es realmente un placer caminar por las calles angostas, silenciosas, con las paredes pintadas en tonos suaves. Nosotros estuvimos en la denominada Isla Elefantina.
Desde allí tomamos un micro hacia Luxor para seguir recorriendo templos impactantes como Karnak, en la zona de la antigua Tebas. El Templo de Karnak es sorprendente, con unas columnas altísimas con capiteles en forma de papiro que adornan uno de los más importantes centros religiosos. Es como una especie de museo a cielo abierto.
En el camino hacia Luxor vale la pena visitar Kom Ombo, Edfu y Esna. Se trata de villas agrícolas con una población no tan numerosa como otras ciudades. Al llegar a Edfu hice un recorrido en carro tirado por un caballo que me permitió tener una idea del colorido mercado y la vida activa de una ciudad con su gente.
Un nuevo viaje en tren me llevaría hasta El Cairo nuevamente para tomar un vuelo a Tel Aviv. Ciertamente Israel es bien distinto a Egipto. Allí reina el silencio, los parques perfectamente diseñados, la señalización perfecta en los caminos, muy buena información para los viajeros y una gran vida social y cultural. Desde el camino costero fui caminando hasta Jaffa. Este sector forma parte de Tel Aviv. Está ubicada en la llanura costera con unas vistas bellísimas del Mar Mediterráneo. Las callejuelas son espacios para tomar fotos y detenerse a disfrutar. Recomiendo visitar las galerías de arte que son imperdibles.
Egipto comenzó un nuevo camino en su historia. El camino hacia la democracia y hacia la libertad de expresión luego de largos años de opresión. Sé que estos cambios llevan un lento proceso que seguramente sabrán aprovechar al máximo porque considero que las oportunidades históricas para luchar por la libertad son únicas y valiosísimas.
Luego, Jerusalén. Como cristiana ha sido una de las experiencias más importantes de mi vida. Me alojé a unos pasos de la puerta de Jaffa, en la ciudad antigua. Este sector antiguo está dividido en 4 barrios: el Barrio Judío, el Barrio Armenio, el Barrio Musulmán y el Barrio Cristiano. Cada uno con sus características propias, con sus mercados y con su gente cordial y hospitalaria. Recorrer los pasos de Jesús y sus últimos días en esta tierra fue inolvidable. El Muro de los Lamentos, la Iglesia del Santo Sepulcro, el Monte de los Olivos forman, entre otros, los puntos de mayor interés para los cristianos. Hay 7 puertas por las que se accede a la Ciudad Vieja, cada una con sus características.
Desde Jerusalén tomé 2 excursiones en 2 días que incluyeron Nazareth, Tiberias, el Mar de Galilea, Cesárea, Haifa y Akko. Se visitan los pueblos ligados a la vida de Jesús y a sus padres. Pudimos ver el sector donde habría estado el taller de José, el lugar de nacimiento de María y la ciudad de Capernaum donde Jesús habría pasado algún tiempo. La ciudad de Cesárea presenta las ruinas de un hipódromo y un teatro romano bastante bien conservados. La ciudad de Akko o Acre es una de las más lindas del norte de Israel con sus callejuelas angostas y sus vistas imponentes. Haifa es quizás la ciudad más importante del norte, con un puerto muy activo y los famosos jardines Bahai para sacar 1000 fotos.
Luego crucé Palestina para visitar Belén. Una vez más los hombres de este planeta han incurrido en levantar muros para separar y dividir. Esto se comprende al atravesar territorio palestino para visitar la iglesia de Belén donde se cree que sería el sitio del nacimiento de Jesús.
Me detengo en el sitio bautismal junto al Río Jordán. Mi hijo lleva el mismo nombre así que podrán imaginar el significado de estar allí, en esas aguas tibias, rodeadas de vegetación. Los bautismos se pueden ver diariamente. Se llevan a cabo en la forma tradicional según lo marca la Biblia, con una inmersión total. El sitio es conocido con el nombre de Yardenit.
Jordania seguiría en el itinerario. Por supuesto, Petra. Petra es uno de los lugares más lindos del mundo. Es un sitio protegido por la Unesco. Fue la capital del antiguo reino nabateo. Si te gusta caminar tenés que ir a Petra. Sólo necesitás algo para proteger tu cabeza de los rayos del sol, una botella de agua y calzado cómodo. El resto lo hace el paisaje con la perfecta combinación de la naturaleza y la mano del hombre. Allí están el denominado Tesoro y el Monasterio. Se trata de templos excavados en la roca. Los mirás y no lo podés creer. La época de construcción data del siglo 1 antes de Cristo. Para llegar al Monasterio tenés que subir unos mil escalones pero vale la pena. Podés hacerlo montado en un burro si no te animás a la caminata.
En el hotel donde nos alojamos, muy cerca de la entrada al camino principal hacia las ruinas, se celebró un casamiento jordano y me invitaron. Era bien diferente a lo acostumbrado en mi cultura lo cual convirtió al evento en algo sumamente atractivo. La novia, con su vestido blanco con capucha, estaba sentada en un pedestal mientras unas 30 mujeres bailaban. No había hombres. Una de ellas me invita a bailar y puedo asegurar que fue muy divertido. Luego del baile alguien detiene la música y llegan los hombres. Todos ellos, al igual que las mujeres, forman parte de la familia de la novia. Cada hombre se acercó a la novia y le entregó un obsequio. Los regalos estaban en una caja y pude ver que eran joyas de oro. Después todos se retiraron a festejar en un lugar más amplio. El novio festejaba en su casa con su familia pero luego se juntarían todos. Fue inolvidable.
La capital de Jordania, Amman, es una bulliciosa ciudad con mercados y mezquitas, construida sobre colinas. Caminar por Amman es entretenido y también agotador ya que hay pendientes que resultan agotadoras por la combinación del calor y la gran cantidad de gente.
Hicimos una excursión al desierto Wadi Rum y pudimos visitar una carpa beduina donde nos ofrecieron compartir un jarro de té bien caliente. El paisaje en el desierto es inigualable, el color de las piedras rosadas y la arena hacen una combinación perfecta.
Marruecos esperaba luego de un vuelo desde Amman. Cómo describir tantos lugares maravillosos? Casablanca, Marrakech, Meknés, Fez, Chefchaouen y Rabat.
Cada ciudad tiene su color. Marrakech es la ciudad roja o rosada ya que las edificaciones llevan todas ese color. Lo más destacado allí es el bullicio atrapante de los mercados en la medina o ciudad antigua. Y, por supuesto el famosísimo mercado en la plaza Jamaa el Fna, considerada la cocina a cielo abierto más grande del mundo. Comer allí a la noche es una obligación, entre la alegría de la gente que cocina el plato que pidas y los aromas que se mezclan en el aire. En el resto de la plaza encontrás encantadores de serpientes, contadores de cuentos, malabaristas y mucha alegría. Es muy bueno para esta ciudad que se haya incorporado el bus doublé decker con el sistema hop-on y hop-off. Esto quiere decir que podés subir y bajar del bus cuantas veces quieras en cada parada y podés hacerlo pagando un solo boleto una vez por día.
Meknés en una ciudad más pequeña y más tranquila, con calles angostas y mucha vida de mercado. Impactantes artesanías. Imposible olvidar a Oussama, un joven estudiante que me contó historias de su ciudad mientras caminábamos juntos. En un almuerzo que compartimos pudimos hablar de nuestras religiones. Oussama es musulmán y dice que Alá puede ser un rayo de sol. Dice que no le tiene miedo a la muerte y que cuando ésta llegue será bienvenida.
Algo para destacar de Marruecos son sus vías férreas que están muy bien mantenidas y te permiten trasladarte en forma segura y rápida de una ciudad a otra. Así llegué a Fez, la última ciudad medieval que queda en el mundo. Y es así. Todo se detuvo en Fez. Podés ver el trabajo de los artesanos diseñando muebles, calzados, prendas de vestir, joyas, adornos, etc. Fez tiene una ciudad vieja y una nueva. La ciudad vieja o medina está rodeada por altos muros. Todo lo que ocurre dentro de la medina es enriquecedor como experiencia nueva para mis ojos. Pude aprender que existen los hornos comunitarios. Cada familia amasa y prepara sus panes y luego los llevan al horno comunitario para cocinarlos. Las mercancías son trasladadas por burros en las angostísimas callejuelas. Las galerías de arte son lugares donde es muy apropiado pasar un buen rato. Lo más probable es que te inviten a tomar un delicioso té con menta y puedas conversar con los artistas. Allí conocí a Mohammad con quien tuve el placer de conocer los sonidos de Marruecos que son los sonidos de la música africana ya que interpretó una melodía en un instrumento musical muy parecido a una guitarra pero con solo 3 cuerdas. Entre sus cuadros se cuentan algunos donde ha mezclado arena y pinturas, logrando un efecto muy original. Los cuadros de casi todos los artistas reflejan la vida en las pintorescas calles de las ciudades marroquíes.
Al final del viaje tomé un micro que me llevó hasta una bellísima ciudad del Norte de Marruecos, emplazada al lado de las montañas Rif, que se llama Chefchaouen. Allí todas las casas están pintadas de azul o azul celeste al igual que las veredas, las escaleras de acceso a las viviendas, las puertas y las ventanas. Flores en los balcones ornamentan la vista e invitan a tomar cientos de fotos. Me cuentan que el color azul celeste ahuyenta a las moscas y mosquitos y no es tan molesto a los ojos por el efecto del sol tan fuerte. El marco que le otorgan las montañas Rif hace de este pueblo pequeño un lugar de ensueño.
A la noche, los restaurantes y bares que rodean la plaza principal encienden velas en todas sus mesas e invitan a tomar un trago o una rica cena en absoluta calma. Comer tagine o cous-cous con alguna delicia de almendras como postre es algo imperdible.
Creo que visitar estos países es algo que debe ser tenido en cuenta por varios motivos: la diversidad cultural, las posibilidades de interacción con los locales, los buenos medios de transporte y las buenas vías de acceso, la buena comida con sabores que seducen, y también para ser testigo de los cambios que se están dando en la región.